04 octubre 2005

Canción de cuna para artilleros


Aunque lo disimulen, mi familia hace tiempo que se formó una opinión de mí: creen que no ando bien de la cabeza. Eso se debe, sin duda, a mi afición por los actos extraños, como usar piedra pómez como esponja de baño o cloro de piscina como fijador. Y no habrían cambiado su opinión lo más mínimo si me hubieran visto ayer conduciendo camino Madrid, cantando el himno de artillería y llevando el compás como un director de orquesta de pueblo. Ni ellos, ni cualquier vecino de Hoya Gonzalo (Albacete).

Nosotros éramos como 10 hermanos porque a mi tío se le ocurrió la original idea de casarse con la hermana de la mujer de mi padre. Por tanto, mientras mi padre se dedicaba a surcar los mares atlánticos, era él quien criaba a hijos y sobrinos en una casa en el campo con una mujer, una cuñada, una abuela y un cuarto donde guardábamos los melones.

Mi tío era entonces capitán de artillería. No sé por qué ayer, en esa franja de La mancha donde sólo se oyen los clásicos de Radio Nacional, me arranqué a cantar el himno de artillería. Quizá a mi tío se le ocurrió que lo aprendiéramos para que no le diéramos el coñazo mientras conducía.

Recordé entonces que cuando lo cantábamos, los cuatro chicos nos quedábamos mirando a mi hermano menor porque él, a la altura de cierto verso, siempre cambiaba una nota, y la cambiaba por la nota más horrible jamás cantada. Al final, nos aficionamos a cantar el himno sólo con el fin de reírnos como borricos cuando llegara ese momento. Y recuerdo la cara de mi hermano, mirándonos incrédulo, pensando en qué poco gusto musical teníamos el resto.

Esta mañana he abierto el correo. Tenía un mensaje de mi hermano con un archivo adjunto. No me lo podía creer: me enviaba un mp3 del himno de los artilleros.

De niños, terminábamos con dos lagrimones de risa cuando le oíamos desafinar en ese verso que decía “Como la madre/ que al niño le canta/ la canción de cuna/ que le dormirá." Ayer yo también terminé con dos lagrimones que no se evaporaron hasta la entrada de Madrid por O'Donnell. No eran de risa.

No hay comentarios: