Cuando se despierta, viene a ocupar ese extremo del colchón. Se lo ha ganado dedo a dedo y sábado a sábado en estos siete años. Los cincuenta minutos más alegres del sueño. Después, gira su cabeza y me dice: me quiero despertar; como si ese momento formara parte todavía del sueño. El último sábado recorrió el mismo camino, pero se quedó callado y con la mirada puesta en un rincón de la habitación, dibujando algo con el dedo en el filo de la mesilla. Luego, se giró y me preguntó: Papá, ¿tú por qué no crees en Dios?
-Verás, hijo, digamos que Dios y yo no nos entendemos porque somos incapaces de compartir una dialéctica. Ayer mismo tuvimos una acalorada discusión por Marzinkus.
- ¿Quién es Marzinkus?
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