23 abril 2007

Toro de Barro

Una noche, de vuelta a la ciudad, pregunté por Toro de Barro. Jamás habría apostado un solo céntimo a que Toro de Barro tirara la toalla. Siempre pensé que era capaz de escupir la mandíbula en el ring antes de decir me rindo. Pero hay quien dice que no es así.

Cuando regresé de nuevo a casa, creí verle doblando una esquina en el barrio de Santa Cruz. Estuve a punto de dar un silbido para que se girara y me viera. Parecía su espalda arqueada y parecía su cabeza inclinada, midiendo la distancia entre los pies. Pero el silbido se esfumó en mi garganta porque advertí que, si era Toro de Barro, a Toro de Barro no le habían pasado por encima estos últimos 20 años. Me pregunté qué habría sido de él.

Así que entré en el bar pedí un trago y pedí que me dieran noticia. Me aseguraron que Toro de Barro fue dejando de decir. No dejó de hablar, pero sí de decir. Ni las bromas de los amigos lanzando golpes en el filo de su mentón, ni las invitaciones a las veladas, ni nada de nada. Nunca más volvió a sacarse sus puños de los bolsillos. Y nunca más volvieron a recordarle que él era un tipo distinto, que habría llegado adonde él quisiera. Como si con eso fuera a desmoronarse y convertirse en polvo de arcilla.

Todavía creo que Toro de Barro regresará. Y volveremos a esos atardeceres de charla y machaquito en su pequeño apartamento, todavía creo que volveré con la excusa de otro libro, que me mirará con un solo ojo para decirme que La Flaca ya no se pasa por allí y para decirme no me hagas reír hijodeputa, que todavía me duele la rodilla. Pero sobre todo espero que un día volveré a verle bailar en el escenario hasta quedarse solo, contemplando impasible el cuerpo desparramado del contrincante. Mi estupidez me hace ver visiones a veces, así veo cómo un día se acercará por el gimnasio, que otra tarde dibujará un par de uppercuts al aire y mirará desafiante al saco, como si el saco le debiera dinero. Que finalmente se hará muy tarde y sólo quedarán los cuatro de siempre, y entonces se sacará por fin las manos de los bolsillos y subirá, y les demostrará a todos que Toro de Barro existe, vaya si existe.

Mientras tanto, me conformo con leer Los libros y la vida.