29 septiembre 2005

Volver al último verano

En esos últimos días de julio, si al abuelo Manolo le hubieran dado la oportunidad de pedir un deseo, sin duda habría pedido que el 30 de julio se convirtiera indefinidamente en 30 de julio del año anterior.

Volver siempre al último verano. Imagino al abuelo Manolo sentado en el sillón, mirando tras la ventana la bruma que no le deja ver el puerto. Imagino al abuelo Manolo cruzando la habitación, mirando por la otra ventana, la que da al lado sur, pensando cómo es posible que hayan pasado tan rápidamente los últimos 70 veranos. Pero el abuelo Manolo era perfectamente consciente de que no se cumplen los deseos que quebrantan cualquier la ley de vida.

Aquella noche sonó el teléfono. Mi hijo me dijo que el abuelo se había ido al cielo. Volví a oír su voz: me preguntaba que por qué me había quedado tanto rato en silencio. Su madre le había consolado diciéndole que podría encontrar al abuelo en la estrella que más brillara.

Algunas noches mi hijo se angustia porque no consigue distinguir esa estrella. Yo estoy al otro lado del teléfono y le digo que no se preocupe, que yo sí la veo desde donde estoy. Siempre la veo. Y que le diré cualquier cosa de su parte cuando quiera.

Ahora, cuando pienso en el abuelo Manolo, por lo menos me consuela que él sabe la verdad.

28 septiembre 2005

Uno de cada cuatro españoles se ha ido de putas


Pero, al parecer, siempre es el mismo. La estadística la ofrece una encuesta del Instituto Nacional de Estadística. Además, ofrece un mapa con el porcentaje según comunidad autónoma. Las menos puteras son las más puteadas. Y viceversa.

La primera conclusión que se extrae de los resultados del cuestionario de la Encuesta de Hábitos Sexuales del INE (usted mismo puede contar sus hábitos sexuales pulsando aquí) y la noticia publicada por El País, es qué comunidad es la más putera: las Islas Baleares.
A los baleares les siguen los asturianos y los gallegos, por ese orden. Es curioso: son los que tienen más fama de reservados, será porque lo hacen en un reservado. Curiosamente, las comunidades menos puteras son las más puteadas: Extremadura, Andalucía, Canarias... Que son, sin embargo, las comunidades más extrovertidas. La menos putera, Cantabria. Claro, siempre hace malo. Mirando el mapa, se demuestra que las putas viven según se mira España, a mano derecha. Un contrasentido. Y a mano izquierda, o son muy castos, o es que se van todos de putas a Galicia.

La verdad es que si eliminamos a los homosexuales y sumamos a los mentirosos, nos sale la estadística: uno de cada cuatro hombres se ha ido alguna vez de putas. Pero estoy convencido de que siempre se va el mismo. Uno de cada cuatro siempre llega tarde al trabajo, uno de cada cuatro va pidiendo adelantos al jefe, uno de cada cuatro está los lunes en el médico y te cuenta en los minutos del tabaco historias tipo "un finlandés se fue a urgencias con un consolador a la altura del colon. Me lo ha dicho un amigo de mi primo." Es ése que te señala el codo cuando le hablas de spinning, la espalda cuando le hablas de paddel, y el hombro cuando le hablas de drafting. Parece que sólo entiende de prostituting. Ese amigo, en realidad no es que le disguste el deporte o necesite un traumatólogo, en realidad es mallorquín y se va de putas todos los días.

Por eso, cuando los hombres vamos de cuatro en cuatro, al final siempre nos quedamos los mismos. Por eso, las cuadrillas de toreros son de cuatro, aunque maestro sólo hay uno. Y por eso en la Copa Davis siempre hay uno que la jode.

Me he puesto a pensar cuál de mis tres amigos sería el que se iba de putas y acabo de darme cuenta de que todos nos dejábamos la piel en el campo, no faltábamos a un día de clase en la universidad, nos quedábamos en cada fiesta hablando de fútbol, y ahora nos levantamos cada día a las siete para subir la persiana. Será que siempre tiene que haber una excepción en las estadísticas. O será que somos de Limpias, que está en Cantabria, y en el interior.

26 septiembre 2005

Quince asaltos por una botella de leche

Jim BraddockJim Braddock era hijo de uno de esos irlandeses que habían huído de morir en la isla para tener más suerte y morir en Nueva York. Pero morirse en Manhattan no es lo peor que le puede pasar a un irlandés. Lo peor es ser boxeador y luego morirse.

Jim Braddock salió del determinismo de pobreza cuando a finales de los 20 mandó a la lona a todo el que se le pusiera delante. A pesar de la calidad de su derecha y su naturaleza de luchador, los entendidos parecieron oler a desgracia y consideraron que sólo era una promesa y, por mucho que hiciera, acabaría siendo un paquete. Las inversiones de Braddock en la bolsa y los críticos cenizos (los mismos que le dieron el apodo de cenicienta) hicieron lo que nadie había hecho: sacarlo del ring. Braddock se pasó 5 años de estibador del puerto y volvió cuando el boxeo le había bajado al infierno de los malogrados, bajó solo con el fin mirar una sola vez desde el balcónde la gloria, infundido por la valentía que les nace a los que se saben derrotados.

Es otra historia más de sueño americano con final feliz. Un Russell Crowe invadido de talento se pone el pellejo de Braddock. La rudeza del personaje es más cercana a Crowe que la locura del matemático o del navegante británico. Russell Crowe sabe calzar ese calzón muy bien y lo demuestra desde los primeros golpes.

Pero aunque no lo parezca, finalmente no es él quien levanta los brazos después del último asalto. Quien vence es Paul Giamatti (coach de Braddock), quien sabe aprovechar la poca cintura de todo gigante para conectar los golpes donde más duelen. Giamatti está espléndido para hablarnos de un personaje que se desenvuelve mejor en el capitalismo de la bancarrota: ambicioso, corajudo y aprovechado. Quien vence a los puntos es Paul Giamatti, y los que pierden son aquellos que se levantaron contra el poder en una América donde el surgimiento socialista tras el crack en su propio país era menos tolerable que los crímenes de judíos en Europa. USA siempre han tenido la necesidad de un enemigo; Jim Braddock no lo necesitaba, su enemigo era el hambre y sabía por qué peleaba: por una botella de leche.

Cinderella man (Universal Pictures, USA, 2005) Dirección: Ron Howard. Reparto: Russell Crowe, Renee Zellweger, Paul Giamatti.

20 septiembre 2005

A Joaquín Sabina le robaron el mes de abril

El Chico del Molotov que no quería ser cantante, sino poeta, se alivia del luto con un panamá de ala ancha, aunque parece por la mano en la cara que el pulpo de la tristeza todavía le ahoga. Durante un año y medio Sabina frecuentó la posada del fracaso, mirando el mismo vaso vacío de la depresión. Echaba la vista a la calle de vez en cuando, pero las cosas no estaban mucho mejor: sólo veía pasar el huracán del tiempo que se llevaba a señores despistados. Hasta que un día, mientras el camarero derramaba otra dosis de tristeza, puso la mano encima del vaso, como midiéndose el pulso, y dijo basta. Si hubiéramos coincidido en la barra, le habría dicho lo de mi mamá: la depresión se le fue caminando.

Así que el Chico del Molotov, más de veinte años mayor, buscó en su memoria si aún tenía el teléfono de su gran amor, la hoja en blanco. Y decidió que escribiría entre sus pechos unos versos, que le cantaría después mientras ella le mirara perniciosa sobre el atril y llamaría a esas citas Alivio de luto. Imaginamos que dentro de poco se podrá descargar por lo legal en iTunes, como otros 6 discos suyos. Mientras tanto, se puede echar un vistazo a la página de Sabina.

La imagen es un recorte de la foto de Ricardo Gutiérrez publicada en El País junto a una entrevista con Jesús Ruiz Mantilla.

16 septiembre 2005

USA no se come lo que sí envía para África



El gobierno de George Bush, que tan bien conoce el concepto de "comunidad", se negó a ser ayudado en el aspecto humanitario por el resto del mundo, pero sí aceptó a ser ayudado en el aspecto económico, accediendo a que la reserva mundial petrolífera le inyectara los barriles de petróleo que no pueden extraer de sus plataformas del Golfo de México. Esa reserva envía a cargo de los españoles 70.000 barriles de petróleo. Cada día. Lo importante es que la economía no se resienta. No importa que la población deprimida de Nueva Orleans viva de nuevo episodios de supervivencia semejantes a los que vivieron sus antepasados africanos.

Circula un chiste sobre Bush: preguntado por la contradicción de que los EE. UU. necesiten ayuda humanitaria cuando los EE. UU. envían alimentos a otros países, Bush responde: "No querrán que nos comamos la comida que enviamos a África".