08 abril 2011

Suicidio


Tengo la suerte de que desde las dos fachadas de mi edificio puedes ver el paisaje de Cap L'Horta y la Serra d'Aitana. Está en el punto más alto del cabo, se trata de uno de esos edificios con un corredor en la fachada norte y unas escaleras abiertas que lo recorren verticalmente, como una espina. De lejos parece un animal sentado en una cima, observando el pulso del mar. Hay gente que cree que es un lugar perfecto para el estío o para el suicidio.


Uno entra por las mañanas en el ascensor, se encuentra con un vecino. Sabe que tiene que contener los datos climáticos irremediablemente hasta el luminoso rojo entre el quinto y el cuarto. Lo que no podía imaginar es que cuando me encontré a la vecina "nunca veo cine español practico el nudismo por qué le tienen que llamar matrimonio a eso", feliz esposa de "pádel mejor que tenis coche recién reparado no viajo más al tercer mundo" me asaltara con aquella noticia: "Una mujer se ha lanzado desde el octavo".

Al principio no la entendí, a pesar de que el mensaje era gramaticalmente irreprochable y suficientemente desambiguado, y respondí que, en efecto, este año estaba siendo más seco. ¿Se ha lanzado una mujer desde el octavo? Repetí cuando ya apoyaba mis cinco dedos en la puerta y la mujer salía de la cabina. Sí, la del tercero se la ha encontrado cuando llevaba a su hija al colegio. No se sabe quién es, su cuerpo está detrás, en el parking, la policía lo ha cubierto con una sábana.

La vecina me siguió comentando que la mujer, de unos cincuenta y cinco, gordita, de pelo corto y oscuro, se había lanzado justo desde el piso superior al nuestro. No pude dejar de pensar en la imagen de una persona cayendo al vacío a mi lado mientras salgo de casa. A continuación, la vecina se quitó las gafas con dificultad, como quien se quita un rostro de látex, me apuntó con una patilla, y me susurró: " No sé si debería ser yo quien te diga esto. La señora ha preguntado al portero por tu pareja, y luego se ha suicidado". Terminada la frase, repuso su rostro de látex y se marchó.

La policía hizo las suficientes preguntas como para concluir que nada tenía que ver aquella mujer con i pareja, ni con nosotros, ni con el vecindario. Quizá conoció a alguien aquí que se llamaba igual. Durante unas horas pude contemplarla tendida en el parking. Se apreciaba perfectamente la postura del cuerpo, e incluso su colorido pantalón de flores y sus zapatillas de tenis.

 Por un momento pensé que bajaba, que la animaba a recobrar la vida y que la acompañaba hasta la parada del autobús después de plegar ambos cuidadosamente la sábana y dejarla sobre el asfalto. Imaginaba que ella se despedía desde la ventanilla agradecida, detrás de sus gafas de cristal rotas mientras me decía: “No ha sido nada, no te preocupes". Cuando entró el furgón, salí de mis pensamientos. Uno busca respuestas y encuentra más preguntas. Caro data vermibus.




Foto: F. Prieto, en Flicker, con licencia Creative Commons.