12 marzo 2008

El sistema D'Hondt y la madre que lo parió

Ella y yo teníamos el voto decidido hace tiempo. No votamos al mismo partido, pero practicamos un respeto mutuo, eso quiere decir que nunca he pretendido la izquierdofagia que ha sufrido IU esta legislatura a manos del PSOE. Ella ha sido fiel y no ha sucumbido al ruido de los bombardeos del PP en estos cuatro años ni a las lisonjas legislativas de ZP.

A cambio, desde ayer observo una picazón que no se me va. Ella me leyó las cartas y concluyó que la picazón es síntoma de una enfermedad crónica. Ahí hay algo de vendetta, respondí. Ella casi nunca se equivoca, pero ese diagnóstico suyo de tarot gitano es uno de esos "casi". Mi picazón no es síntoma de enfermedad alguna. Es una somatización de mi conflicto de conciencia. Eso si puede llegar a ser crónico.

Si el PSOE ha engordado e IU se ha empequeñecido, a nosotros nos ha pasado al revés. Esta mañana Ella me ha mirado y ha observado que mis pantalones me quedaban más grandes. Como si hubiera pasado una gripe. Antes de despedirme, le he preguntado si su jersey de punto había encogido. La fidelidad de Ella la ha hecho un poco más grande y a mí más pequeño. No sabe que ahora mis miradas de reojo mientras duerme, camina por la casa o lee ante el ventanal que da al norte, tienen más admiración y menos curiosidad.

La noche el 9M, mientras desentrañábamos el sistema D'hondt sobre el edredón hasta agotar la mina del lápiz, yo estaba satisfecho. Y no por la derrota de la derecha. Sino por mi propia victoria: puede que IU esté perdiendo su lado derecho y que el PSOE esté acabando con su lado izquierdo, pero a cambio, a mi lado hay alguien grande, muy grande.