22 marzo 2010

Delitos y faltas

Cuando pienso en el movimiento cristiano recuerdo aquella frase fílmica que aseguraba del cristianismo que había contratado a un pésimo publicista: nadie en su sano juicio habría diseñado un logotipo con un hombre clavado a una madera de pies y manos. Parece ser que el Vaticano sigue contratando a los peores publicistas, y que éstos le han escrito la última omilía. Ratzinger, después de condenar la pedofilia de uno de sus sacerdotes, compara estos hechos execrables con el adulterio de la mujer, mencionando aquel "quién esté libre de pecado, que tire la primera piedra". Es decir, que el papa parece extender el crimen de su sacerdote al resto de los humanos y, por si fuera poco, lo compara con un acto de infidelidad. Además, de infidelidad femenina.

Habría que responder a Ratzinger que a la humanidad le trae al pairo qué es y  qué no es pecado. Que lo que nos atañe es el delito, y que si Ratzinger ha hablado con dios y dios ha perdonado a los sacerdotes que abusaron, violaron y acosaron a niños y a adolescentes, dios sabrá. Mientras tanto, no hay pecado sino delito; no hay infierno, sino condena.