31 enero 2011

Un hombre armado hasta los dientes

Ha entrado en silencio y se ha sentado. No sé cómo se llama. He esperado unos minutos hasta que se dieran cuenta de que patear un balón, mirar por la ventana o sentarse sobre las piernas de una compañera es algo que van a tener que dejar de hacer de un momento a otro. La mitad de ellos ha suspendido al menos la mitad de las asignaturas. La mayoría de ellos asegura que no tiene interés, pero que, a cambio, tampoco tienen ánimo ni ganas.

Les aseguro que les envidio. Se miran unos a otros y se ríen. Al menos, ellos tienen la suerte de poder hacer con sus vidas lo que les venga en gana. Solo tienen que imaginarlo. Yo ya no puedo, por mucho que trato de imaginarlo cada día. Se extrañan, pero ponen atención. Les pido que se imaginen qué quieren hacer con sus vidas.

"¿Y qué haces si después de fracasar una y otra vez, vuelves a tropezar y ya no tienes ánimo de seguir peleando?" Pregunta y no me mira a la cara ni una sola vez. Pregunta mirando al techo, no se ha quitado el plumas y tiene la mesa pegada en la boca del estómago. "Yo estoy tropezando desde que tengo tres años. Tengo 16." Tiene una forma extraña de hablar, como si tuviera a alguien impidiéndole el paso de las ideas y las guturales. El resto de la clase calla si él habla. Vuelve a preguntar, aunque la pregunta sea tonta, asegura, al tiempo que garabatea en la hoja. Dice que una visión positiva de la vida hasta el momento no le ha solucionado nada.

Han decidido que van a escribir en qué ocuparán sus vidas en el futuro, que lo colgarán en la pared de su habitación y que lo leerán cada vez que no tengan más remedio que aprender los verbos irregulares. Él mira su hoja de papel, y sigue en sus garabateos.

Es la hora de marcharse. Se queda el último, seguro en su lugar. Me acerco pensando que ya no le quedará una cuadrícula donde garabatear. No eran garabatos lo que dibujaba, sino un dibujo muy bueno, preciso, seguro, sin trazos de ensayo, la figura de un cuerpo humano, bien proporcionada, un hombre robusto, de rostro oculto bajo una media, un hombre armado hasta los dientes sin ánimo alguno de seguir peleando.

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