17 octubre 2005

El fotógrafo del jazz

(C) William Claxton Teniendo en cuenta la colección de fotos sobre jazz con la que contaba en 1959, a William Claxton no le supuso mayor dificultad aceptar el trabajo que aquel tipo de Baden-Baden le estaba proponiendo desde el otro lado del cable telefónico.

Joachim-Ernst Berendt era el nombre del tipo. Y se le había metido en la cabeza hacía tiempo que su estudio sobre el Gran Arte Americano sólo podía estar completo con un buen puñado de fotos de Claxton.
Pero esta vez no se trataba de que encuadrara con su vieja Leika M3 -la que Richard Avedon le había regalado unos años atras- los arumacos de Chet Baker a su chica en Redondo Beach, ni la boca desencajada de Ray Charles al piano, ni a Miles Davis bajo el sol de Californa, calentando su garganta con un habano. Esta vez se trataba de llegar a la cuna del jazz.

La foto corresponde al álbum sobre Chet Baker que hizo Claxton a principios de los 50. Claxton encuadra a Baker en 1953, sentado en el suelo, rodeado por el bombo y por un bajo tumbado, enjaulado por los intrumentos, disparando el sonido de la trompeta bajo la panza del piano. (c) William Claxton.

Taschen acaba de anunciar la salida de un libro de más de 700 páginas sobre el trabajo de Claxton y Berendt: Jazz Life. El viaje
al corazón del jazz en un Chevrolet Impala, seguramente uno muy parecido al que los barbudos habían usado unos meses antes para pasear como señores por la Vieja Habana.

(C) William ClaxtonClaxton y Berendt viajaron con sus esposas hasta Nueva Orleans, a locales donde ahora hay clubes de streap-tease. Viajaron a la Penitenciaria Estatal de Luisiana, donde les habían prometido que encontrarían magníficos músicos negros entres sus rejas, y donde el guarda aceptó dejarles entrar siempre que ellos aceptaran los que pudiera pasarles allí dentro. Viajaron a San Louis, donde el viejo Dewey Jackson les dijo que había dejado de tocar su trompeta para siempre. Viajaron a Kansas City, donde fotografiaron la tumba de Charlie Parker, visitaron a la madre de éste, y le dieron su pésmae. Luego vino Chicago, el sur de California... Con este libro Taschen ha conseguido que ese viaje no acabe nunca, y que el ávido lector, voyeur de fotos, pueda acompañarles.


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