ANTES podía cobijar tu pequeña cabeza en el hueco de mi esternón, allí donde comienza el abismo de la boca del estómago. Y es allí donde todavía habita la angustia de los domingos, en la boca del estómago, justo antes de que te marches. Ayer me di cuenta de que tu pequeña cabeza ha sobrepasado mi corazón, así que mientras te secaba la nuca, colocaba mi barbilla sobre tu frente, como si pudiera con ello hacer que dejaras de crecer. En esos momentos me tumba el tiempo y me arrastra hasta cualquier otro domingo nublado y tranquilo como el de ayer.
Pero ayer no lo pude remediar y te diste cuenta de que mis ojos se habían llenado de olas y quisiste sacar una de mi lagrimal con la yema de tu dedo. Luego te quedaste mirándola como aquella vez que encontraste un diamante cuyo parecido era enorme a un trocito de marmol blanco, y que guardas en el tercer cajón hasta que decidas qué comprar con él. Ayer te quedaste mirando sorprendido mi lágrima como a ese diamante, pensando quizá que la guardarías en el cajón también junto al diamante, y luego te abrazaste a mí muy fuerte un largo minuto, más largo e intenso que cualquier otro domingo triste, y me dijiste al oído: "tranquilo, papá" .
Un día sabrás que el diamante realmente era un trocito de mármol. Quizá sientas deseos de buscar en el tercer cajón entonces, donde se guarda el verano de los cinco años. He de decirte que el trocito de mármol ya no estará: el tiempo y mi lágrima lo habrán convertido en un diamante.
Pero ayer no lo pude remediar y te diste cuenta de que mis ojos se habían llenado de olas y quisiste sacar una de mi lagrimal con la yema de tu dedo. Luego te quedaste mirándola como aquella vez que encontraste un diamante cuyo parecido era enorme a un trocito de marmol blanco, y que guardas en el tercer cajón hasta que decidas qué comprar con él. Ayer te quedaste mirando sorprendido mi lágrima como a ese diamante, pensando quizá que la guardarías en el cajón también junto al diamante, y luego te abrazaste a mí muy fuerte un largo minuto, más largo e intenso que cualquier otro domingo triste, y me dijiste al oído: "tranquilo, papá" .
Un día sabrás que el diamante realmente era un trocito de mármol. Quizá sientas deseos de buscar en el tercer cajón entonces, donde se guarda el verano de los cinco años. He de decirte que el trocito de mármol ya no estará: el tiempo y mi lágrima lo habrán convertido en un diamante.
1 comentario:
Me haces llorar porque se que hay detrás de estas palabras. Pero si no existiera el motivo de tus lágrimas, no serías más feliz.
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